Salomón era un hombre de grandes valores. Vivía con total humildad de corazón. La humildad de corazón nos ayuda a vivir y a tomar decisiones importantes en la vida. Cuando nuestra identidad está asociada con la casa a donde vivimos, el auto que manejamos o la ropa que vestimos, nos resulta muy difícil desapegarnos de esas cosas. Nos cuesta tomar decisiones difíciles.
La falta de humildad no nos permite tomar decisiones temprano en el proceso de sobrevivir a una crisis económica en nuestras vidas o en nuestras familias. Pero tomar decisiones temprano puede ahorrarnos un montón de dolores de cabeza. En cambio, el orgullo habla de debilidad de carácter, de una baja autoestima y de una relación insana con las cosas que tenemos. La manera apropiada de relacionarnos con las cosas que tenemos debería ser: cuando las tenemos las disfrutamos; y, cuando no las tenemos, ¡No las extrañamos!
Era sabio, pero recuerda que sabiduría no es lo mismo que inteligencia. No todos los inteligentes son también sabios. Salomón se condujo con prudencia tanto en su vida personal como en su vida comercial. Y conducirse prudentemente no sólo requiere de inteligencia, hace falta juntar la experiencia con el conocimiento y el buen juicio. Una persona puede no tener muchos años de estudio escolar, pero ser una persona sabia.
También fue una persona íntegra. Una de las marcas más importantes de la madurez personal es la de tener un carácter íntegro (es decir, completo, ser la misma persona en la vida privada que en la pública).
Integridad es no ofrecer ni recibir sobornos. Es no participar activamente en un intercambio de dinero o alguna otra cosa que “tergiverse el camino de la verdad”. Ese acto dañará a alguien porque tergiversa el camino de la justicia. Además, es un cáncer que nos está comiendo como sociedad de adentro hacia afuera.
El soborno es un acto de maldad. La extorsión también. Sin embargo, mientras que en el soborno, las dos partes están violando los principios éticos de la ley y la justicia; en la extorsión, una parte es la perpetradora del crimen y la otra es la víctima. En este caso, hay una sola parte que está violando la ley.
Si cuando gano un contrato de construcción, el que me asigna el contrato quiere recibir una “comisión” por darnos el trabajo, eso es un soborno. Los dos nos ponemos de acuerdo para tergiversar el camino de la justicia (quizás el contrato lo debía haber ganado otra compañía).
Toda esa falta de integridad y honestidad tiene profundas consecuencias en la prosperidad de nuestras naciones. Nuestros países son ricos. Pueden prosperar. Todos podemos estar mejor si nos comportamos con un carácter intachable. Si usted quiere ver un ejemplo de ésto, busque en Internet la razón por la que Singapur pasó de la pobreza a la riqueza en menos de cincuenta años.
Debemos descubrir las cosas en las que creemos y aprender a vivir conforme a ellas, cueste lo que cueste. Ese es el tipo de hombre o mujer que el mundo admira y necesita. Marco Polo, Gandhi, Martín Lutero, Judas Macabeo, Simón Bolívar, Martin Luther King Jr., la Madre Teresa de Calcuta y tantas otras personas que admiramos, demostraron justamente ese tipo de integridad. Ese es el tipo de personas que recordamos a través de los años y a través de las generaciones.
Abraham Lincoln dijo una vez: “Tú puedes engañar a todos algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todos todo el tiempo”. Y esa es una gran verdad.
Una persona íntegra es una persona completa, sin fisuras ni divisiones en su carácter.
Integridad es: hacer lo que se tiene que hacer, cuando se tiene que hacer, como se tiene que hacer, sin importar las consecuencias.