ELHOMBRE MÁS RICO DEL MUNDO, es un manual para la vida porque no sólo te enseña a manejar tus finanzas personales, sino también te enseña a vivir. Te presenta con historias, 12 ideas/valores que sugiere incorporar a tu vida para que logres la prosperidad integral. Tomando como base el imperio salomónico y la riqueza de Salomón, el hombre más rico del mundo, te logra demostrar que el dinero es una herramienta importante y necesaria en un mundo materialista, pero todo el sacrificio y el trabajo duro no te servirán de nada sino logras vivir tu vida de forma equilibrada o armónica.
Y a eso nos referimos cuando hablamos de “prosperidad integral”. Para disfrutar de ella, necesitamos crecer y prosperar “con equilibrio” en cada aspecto de la vida: trabajo, ingresos, relación de pareja, relación con los hijos, relación con Dios. Eso significa que, a veces, para que una parte de nuestra vida crezca, otra debe esperar. Para que mi relación con mis hijos mejore, algunos de mis compromisos tendrán que posponerse. Para que el amor crezca en mi matrimonio, quizás alguna gente tenga que esperar a que vuelva de mis vacaciones. Para que mi vida interior se desarrolle, el resto del mundo no me encontrará por una hora diaria.
La casa puede esperar, los hijos, no. El ascenso en el trabajo puede esperar, mi familia, no. Los compromisos pueden esperar, mi salud, no. En la actualidad, estamos viendo una nueva generación de jóvenes y adultos que han tenido acceso a una mejor educación, mejores trabajos, mejores cuidados de la salud, mejores viviendas que sus mayores y, sin embargo, llegan al punto más alto de la escalera del éxito, como dice Stephen Covey, “para darse cuenta de que la escalera está apoyada en la pared equivocada”.
Estas personas llegan a la edad de la jubilación, se sientan a la mesa de la cocina y, mientras toman un café con leche por la mañana, el esposo le dice a su esposa: “Yo la conozco a usted…, de algún lado la conozco. Ah…, usted es la que limpia aquí, ¿no es cierto? Es la que cocina, la que barre y lava la ropa, ¿verdad?
Hemos vivido juntos, pero no hemos sido una pareja. Hemos tenido una casa, pero no hemos construido un hogar. Hemos acumulado bienes, pero no nos hemos entregado el uno al otro. Hay una cantidad de parejas que rompen el vínculo matrimonial después de quince o veinte años de casados. Es entonces cuando nos sentimos vacíos. No nos satisfacen los logros alcanzados, y nos damos cuenta de que hemos pagado un precio demasiado alto en lo personal y familiar por el éxito financiero obtenido. Llegamos a la cúpula y descubrimos que estamos solos. Pensamos que podríamos tocar el cielo con las manos, pero nos sentimos como que no llegamos ni a la altura del techo.
Prosperidad es, por consiguiente, llegar al final de la vida habiendo alcanzado las metas financieras que nos propusimos y, a la vez, poder decirle a nuestras parejas mirándolas a los ojos: “El pastel estaba sabroso….¡y ni siquiera le faltó sal!”.