Estos días he estado leyendo el libro “El Hombre Más Rico del Mundo” escrito por Andrés Panasiuk. Andrés es una autoridad en alfabetización financiera, pero lo que ha hecho con este libro, y fue lo que me llamó la atención, es enseñarnos cosas para ser y cosas para hacer, entre esas cosas las “habilidades,” que ahora se les llaman blandas y duras, -hard and soft skills-. Habilidades que utilizó Salomón para llegar a convertirse en el hombre más rico del mundo. Y no sé si usted lo sabe, pero la riqueza de Salomón fue mucho mayor que la de cualquier “archimultimillonario” de nuestros tiempos. Mucho mayor que la riqueza de Nelson Rockefeller, Bill Gates, Steve Jobs, Andrew Carnegie y Carlos Slim, ¡juntos!
Para que usted tenga una idea. Salomón recibía dinero de cuatro fuentes: altísimos impuestos y tributos, tarifas de peaje, comercio internacional y regalos. Todas eran importantísimas fuentes de ingresos económicos.
El imperio salomónico dominaba -geopolíticamente hablando- el único camino de comunicación terrestre entre Asia, África y Europa. Si el lejano Oriente o los reinos europeos querían enviar sus productos al norte de África (Egipto y otras comunidades de la costa sur mediterránea), tenían que pasar por Israel. Si las comunidades africanas querían vender a Asia o al este de Europa, debían pasar por el puente terrestre que Salomón dominaba. Todo ese comercio debía pagar tributo y Salomón con gusto lo imponía y lo recibía. Además era consultor. Por ejemplo, la reina de Saba le dejó cuatro toneladas y media de oro, una cantidad increíble de especias carísimas y piedras preciosas como pago por su asesoría técnica en el manejo de su reino. Sólo el oro recibido le habría generado 184.5 millones de dólares (a 41 dólares el gramo).
En los escritos de la Tanaj (libros sagrados del pueblo judío), Neviim. Allí se encuentra el libro de Reyes donde dice que Salomón recibía anualmente 22 toneladas de oro (1 Reyes 14). El sueldo mínimo anual de Salomón era de 1.025 millones de dólares.
Recordemos que a Salomón le tocó ser rey de Israel a la edad de 20 años. Era una responsabilidad muy grande porque iba a gobernar al pueblo de Dios. De acuerdo con la Biblia, Salomón obtuvo su sabiduría de Dios y la capacidad para distinguir entre el bien y el mal. Dios se le apareció en un sueño y le concedió un corazón sabio. Dios le dijo: “Por haber pedido sabiduría para gobernar y no pediste para ti mismo una vida larga, ni riquezas, ni que matara a tus enemigos, te concederé lo que has pedido”.
Salomón se presentó ante Dios como un siervo humilde, obediente e inclinado a aprender. Dios recompensó a Salomón por su mansedumbre con un corazón sabio. Salomón fue un rey sabio que sobrepasó en sabiduría a los sabios de Egipto y Oriente. Su conocimiento era enciclopédico y su sabiduría era muy solicitada. Era tan sabio que todavía, tres mil años después de haber muerto, se le sigue citando en la literatura universal. Salomón también incluyó en sus compilaciones, escritos e ideas de otros hombre eruditos.
De estos párrafos resaltan tres habilidades blandas que vale la pena analizarlas. Fé, humildad y sabiduría.
La fé como uno de los pilares que tendría que tener una persona en su vida. Cultivar nuestra espiritualidad nos permite conectarnos con algo más grande que nosotros mismos, enfocarnos en lo esencial y encontrar significado a nuestra existencia. Son fundamentales para el bienestar emocional y mental. Los pilares espirituales se relacionan con nuestra conexión y búsqueda de sentido trascendental en la vida. Nos ayudan a encontrar equilibrio, paz interior y un mayor propósito en nuestras acciones. Este es un ejemplo de lo que debemos ser y hacer.
La humildad. Salomón tuvo la humildad para reconocer que no tenía ni los conocimientos ni la experiencia para dirigir a un pueblo, que además era el pueblo de Dios, Israel. Cuando Dios se le apareció y le ofreció que pidiera cualquier deseo que tuviese en el corazón, Salomón pidió sabiduría. En esa respuesta el nuevo rey demostró un profundo nivel de humildad, consciente de que no sabía lo que no sabía. Así de sencillo.
Nos resistimos a reconocer con humildad nuestras deficiencias o falencias y las áreas de nuestras vidas en las que aún debemos trabajar. Si vamos a ser exitosos, debemos tener la actitud humilde de reconocer que siempre tenemos algo nuevo que aprender y que siempre podemos aprender de los demás, sin tener en cuenta qué estatus social tenga la otra persona. Las personas exitosas tienen una curiosidad insaciable. Siempre creen que pueden aprender algo de alguien y llevan una libreta a mano y toman notas de las cosas que aprenden en las conversaciones.
Necesitamos millonarios más humildes en nuestros países. Millonarios con propósito. Gente que tenga menos amor al dinero y mucho más amor a la humanidad. Ejemplo de lo que debemos ser y hacer.
La sabiduría. Sabiduría no es lo mismo que inteligencia. La Real Academia de la Lengua define la palabra sabiduría como “la conducta prudente en la vida o en los negocios”. Conducirse prudentemente no sólo requiere de inteligencia, hace falta juntar la experiencia con el conocimiento y el buen juicio. Y nos ha ocurrido ver personas que no tienen muchos años de estudio escolar, pero son personas muy sabias.
La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal, ni habita en un cuerpo sometido al pecado. Es un conocimiento eminentemente práctico que incluye cualidades como la sensatez, la prudencia, la cautela, la mirada penetrante y sagaz, la destreza y el acierto en las decisiones.
Salomón era sabio; y esa sabiduría le permitió acumular una cantidad de riquezas como la que el mundo no ha podido volver a ver jamás. Si quieres que te vaya bien en la vida, debes adquirir sabiduría. Andrés propone leer diariamente un capítulo de el libro de los Proverbios de Salomón que tiene treinta y un capítulos; si lo haces diariamente en un mes los dominas todos. Los proverbios son poemas escritos por personas sabias de la época. Ejemplo de hacer para llegar a ser.
La verdad es que yo estoy fascinada leyendo este libro porque no sólo nos muestra la importancia de descubrir y trabajar en las habilidades que poseemos, si no también nos enseña el concepto de la verdadera prosperidad integral que es algo a lo que todos aspiramos. Es decir sentirnos prósperos en todas las áreas de nuestras vidas, pero con propósito. En el próximo artículo hablaremos de otras habilidades que utilizó Salomón para llegar a convertirse en el hombre más rico del mundo y que aún hoy en pleno siglo XXI ni juntando a los actuales millonarios podrían superarlo.