Este boletín es el número 100 que escribo para mi sitio web y quisiera dedicárselo al fin último de todo ser humano: ser feliz con lo mucho o poco que tenga. Y quiero hacerlo porque aunque ustedes no lo crean, hoy en día una ola de descontento recorre el mundo. A pesar de que estamos viviendo mucho más años y tenemos un nivel de vida mucho mejor que el de nuestros ancestros, cada vez menos gente se siente feliz.
Según una encuesta mundial de Gallup, hecha anualmente a unas 150,000 personas en unos 137 países, el promedio mundial de gente que dice no ser feliz es cada vez mayor. Jon Clifton, el CEO mundial de Gallup, en una entrevista a Andrés Oppenheimer le comentó: “Hay un aumento global de la infelicidad. Las emociones negativas, o sea, el agregado del estrés, la tristeza, el enojo, la preocupación y el dolor físico, han llegado a niveles récords”. Y no es el resultado de la pandemia de covid-19 o de la recesión económica en muchos países. La gente ya se sentía insatisfecha muchos años antes de la pandemia.
¿Pero por qué la gente está cada vez más insatisfecha, incluso cuando la economía de sus países crece? De acuerdo a las investigaciones hechas por Andrés Oppenheimer para escribir su libro ¡Cómo Salir del Pozo!, explica que el crecimiento del producto interno bruto -la vara que se utiliza para medir el progreso de nuestros países- no garantiza por sí solo el aumento de la felicidad. Los países venían creciendo, y, sin embargo, la gente era y sigue siendo cada vez más infeliz. Las explicaciones que dan los economistas son que en América Latina la disminución de la pobreza se frenó bastante después de la bonanza de los altos precios de las materias primas en la década del 2000 y que la brecha entre los ricos y los pobres es cada vez más grande.
Lo más grave es que la ola mundial de descontento también se ha hecho evidente dentro de las empresas, las escuelas y en nuestras propias vidas personales. Este libro del renombrado periodista Andrés Oppenheimer, es el resultado de una investigación periodística de seis años para la cual viajó a varios países para ver de primera mano qué están haciendo gobiernos, empresas, escuelas y habitantes para ser más felices. La noticia es que hay una nueva ciencia de la felicidad, y algunas naciones están empezando a tomar medidas novedosas para promover no sólo el crecimiento económico, sino la satisfacción de vida de los ciudadanos.
Por ejemplo: hace poco, Finlandia, Nueva Zelanda, Islandia, Escocia, Gales y Canadá crearon una asociación de “Gobiernos para la Economía del Bienestar” para compartir sus experiencias en la búsqueda de un aumento en la felicidad. El Reino Unido mide la felicidad de su gente desde hace varios años y usa estos datos para focalizar sus políticas asistenciales en los sectores de la población más infelices, que no siempre son los más pobres. Tanto el Reino Unido como Japón han creado “ministerios de la soledad”, que están dedicados a combatir la soledad e incrementar la felicidad.
En el ámbito corporativo, algunas de las empresas más grande del mundo, como la consultora Deloitte, han creado el puesto de “Chief Happiness Officer” o “Jefe del Departamento de Felicidad”. Cada vez más escuelas en diversos países están dando clases de “educación positiva” para ayudar a los niños a ser más felices. Y Universidades como Harvard y Yale están impartiendo cursos y diplomados de felicidad o satisfacción de vida. De acuerdo a Bill Gates, el fundador de Microsoft, los países no pueden ser felices si sus economías no prosperan.
Uno de los cursos a los que más estudiantes quieren entrar en la Universidad de Harvard es a “Liderazgo y Felicidad” impartido por el profesor Arthur Brooks de la Escuela de Negocios. El curso tiene lugar para sólo 180 estudiantes y muchos se quedan sin poder entrar. De acuerdo a un artículo en el Wall Street Journal sobre esta clase, “los cursos de felicidad, relaciones y el balance de vida y trabajo están entre los más populares en los principales programas de Administración de Empresas. La popularidad de estos cursos refleja tanto la demanda (corporativa) de “soft skills” o habilidades blandas, como el deseo de los estudiantes de encontrar un mejor balance en su vida y la intención de las escuelas de graduar mejores ejecutivos”.
Según el periódico, uno de los mensajes principales del curso es que la felicidad no es producto del azar, ni de los genes, ni de las circunstancias, sino el resultado de una conjunción de cuatro factores: la familia, los amigos, un trabajo con sentido y un credo o filosofía de vida.
Una diapositiva que muestra el profesor Brooks en el primer día del curso insta a los alumnos a pensar detenidamente en cuál de esas cuatro áreas están sobreinvirtiendo y en cuáles están invirtiendo demasiado poco. Y la conclusión general del curso es que, también en el mundo corporativo, la felicidad es una clave para el éxito.
Para la segunda parte de este artículo les tendré un detalle de lo que están haciendo las empresas para hacer más felices a sus empleados y por qué han tenido que hacerlo.